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Lengua y Sociedad

versión impresa ISSN 1729-9721versión On-line ISSN 2413-2659

Leng. Soc. vol.21 no.2 Lima jul./dic. 2022  Epub 05-Dic-2022

http://dx.doi.org/10.15381/lengsoc.v21i2.22759 

Artículos académicos

La topografía del sarcasmo: un enfoque cognitivo1

The topography of sarcasm: a cognitive approach

A topografia do sarcasmo: uma abordagem cognitiva

Raymundo Casas Navarro1 
http://orcid.org/0000-0002-6598-2346

1 Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú. jcasasn@unmsm.edu.pe

Resumen

El propósito del trabajo es brindar una dilucidación de la diferencia del sarcasmo y de la ironía en el marco de la pragmática cognitiva. Se considera que el ascenso del componente pragmático permite entender el enriquecimiento de lo dicho, según los avances de Recanati (2003). Sin embargo, la dimensión fenomenológica de lo dicho tiene que anclarse en un nivel más profundo: la estructura conceptual. Así, sobre la base del esplendente análisis de Coulson (2005), postularemos que, en la medida en que el sarcasmo desarrolla un efecto de sentido victimario a partir de una metarrepresentación, hay estratos o capas que posibilitan la emergencia de tal interpretación sarcástica. En la ironía también se da esta metarrepresentación, pero el efecto victimario se asocia nítidamente con el sarcasmo (Kreuz, 2020). Para visualizar la topografía, se desarrolla un método de análisis basado en un modelo tetraespacial: un espacio genérico, dos espacios de input y un espacio de fusión (Fauconnier & Turner, 2002). Mientras que los espacios de input se vinculan mediante correspondencias horizontales, procede, luego, una proyección vertical hacia el espacio de fusión o blend. En el blend, se construye el sentido sarcástico en tanto y en cuanto en este espacio emerge el efecto victimario (verbigracia, la burla zahiriente) de las expresiones sarcásticas.

Palabras clave: Sarcasmo; ironía; topografía; cognición; sentido victimario

Abstract

The purpose of this paper is to provide a difference between irony and sarcasm in the framework of cognitive pragmatics. We consider that the rise of the pragmatic turn allows us to understand the enrichment of what has been said, according to Recanati’s point of view (2003). However, the phenomenological level of what has been said has to be anchored at a deeper level: the conceptual structure. We postulate that, to the extent that sarcasm is linked to a victimizing effect, there are layers (Coulson, 2005) that allow the emergence of sarcastic interpretation. In irony, such a victimizing effect is not a necessary condition (Kreuz 2020). In order to visualize the topography of sarcasm, we develop an analysis method based on a tetraspatial model: a generic space, two input spaces and a blended space (Fauconnier & Turner, 2002). It is in the blend where the sarcastic meaning arises because there the victimizing effect of the mocking expressions is reflected.

Keywords: Sarcasm; irony; topography; cognition; victimizing effect

Resumo

O objetivo do trabalho é proporcionar uma elucidação da diferença entre o sarcasmo e a ironia no âmbito do pragmático cognitivo. Considera-se que a ascensão da componente pragmática permite-nos compreender o enriquecimento do que foi dito, de acordo com os avanços de Recanati (2003). No entanto, a dimensão fenomenológica do que foi dito tem de ser ancorada a um nível mais profundo: a estrutura conceptual. Assim, com base na esplêndida análise de Coulson (2005), nós postularemos que, na medida em que o sarcasmo desenvolve um efeito de sentido vitimizador a partir de uma meta-representação, existem estratos que permitem o surgimento de tal interpretação sarcástica. A ironia também dá esta meta-representação, mas o efeito vitimizador está claramente associado ao sarcasmo (Kreuz, 2020). Para visualizar a topografia, desenvolve-se um método de análise baseado num modelo tetraespatial: um espaço genérico, dois espaços de entrada e um espaço de fusão (Fauconnier & Turner, 2002). Enquanto os espaços de entrada são ligados por correspondências horizontais, uma projeção vertical para o espaço de mistura é então prosseguida. Na blend, o sentido sarcástico é construído enquanto neste espaço o efeito vitimizador das expressões sarcásticas emerge.

Palavras-chave: Sarcamo; ironia; cognição; topografia; efeito vitimizador

1. Introducción

En la campaña presidencial peruana de 1990, una coalición política tenía un futuro promisorio y parecía que iba a ganar las elecciones de manera contundente. Sin embargo, tal pretensa victoria no se desarrolló con la adecuada sindéresis y la alianza política comenzó a perder la elección. Muy probablemente, uno de los errores más conspicuos fue un spot político que erigía un agrio sarcasmo en contra de la burocracia estatal. En efecto, el empleado estatal se metaforizaba como un mono con un talante vergonzoso y con actitudes rayanas en la sordidez. En lugar de suscitar en el electorado un sentimiento de adhesión con una crítica hacia una labor considerada ineficiente, se generó una reacción de enfado contra los políticos que se burlaban mediante la siempre irracional humillación. Este caso de la historia política peruana nos permite sostener que el carácter mordaz y el efecto victimario del sarcasmo pueden estar en las antípodas de la captatio benevolente (Albaladejo, 1991), razón por la cual ese zahiriente spot de esa alianza política surtió un efecto de boomerang y comenzó a socavar su simpatía entre el electorado peruano. ¿La historia habría sido diferente si el spot de marras hubiese desarrollado una sutil ironía? En la ironía, también hay un alazón, una víctima, pero el efecto no es tan patente en virtud de la atenuación propia de la operación irónica (Kapogianni, 2016).

En este artículo, perseguimos erigir una distinción entre ironía y sarcasmo, lo cual nos conducirá a una topografía, vale decir, a una representación basada en estratos cognitivos. Si bien la ironía se entiende como un concepto resbaladizo (Schoentjes, 2001), algo similar se puede decir del sarcasmo. Lo anterior entraña una tarea dificultosa si no se establece adecuadamente los vectores del análisis. Con miras a propugnar una solución plausible, estableceremos la necesidad de ampliar la noción de lo dicho de acuerdo con los postulados de Recanati (2003). Asimismo, dilucidaremos el marco cognitivo de nuestro análisis: la topografía cognitiva basada en el modelo tetraespacial de Fauconnier & Turner (2002). La idea es sentar las bases de una pragmática cognitiva en aras de entender por qué el sarcasmo obedece a una representación cognitiva diferente de la que hay en la cognición irónica. Con el fin de aterrizar el estudio, analizaremos un ensayo irónico y un sarcasmo inveterado para calibrar la plausibilidad de nuestro enfoque.

Según Kreuz (2020), tanto la ironía como el sarcasmo no se pueden concebir como formas anómalas del lenguaje, sino como procesos cognitivos profundos que intervienen en varias dimensiones de la comunicación humana. El enfoque sintactocéntrico (Culicover & Jackendoff, 2005) consideraba que la teoría lingüística debía enfocarse en objetos demasiado abstractos, muy alejados de la praxis real de la comunicación efectiva. La teoría pragmática se opone a esta visión formalista en la medida en que resulta necesario estudiar los modos de comunicación reales de los hablantes. Mediante la perspectiva sintactocéntrica, nos adentramos en el aparato formal de la lengua, un sistema de opciones que opera de modo abstracto, pero difícilmente podemos visualizar la compleja, rica e intrincada vida de los actos de habla desplegados en las interacciones comunicativas de una sociedad (Clark, 1996).

Ahora bien, la presencia de un alazón, una víctima, puede establecer la diferencia cognitiva entre la ironía y el sarcasmo: en el sarcasmo, el alazón es una figura inherente e insoslayable en la construcción; en la ironía, puede haber un alazón, pero no es algo consustancial y su presencia cognitiva se puede soslayar en la interpretación. Como explica Muecke (1982), en la ironía es posible que la víctima no capte el efecto cáustico o acerbo, probablemente por el efecto festivo inherente a la ironía, según la clásica intuición filosófica de Jankélévitch (2012). En cambio, en el sarcasmo, el alazón adquiere conciencia de la mordacidad en virtud de la propensión a la hipérbole que observamos en la construcción sarcástica. Asimismo, la ironía se caracteriza por la posibilidad de la regresión, del movimiento retráctil (Casas, 2019). Verbigracia, un ironista escucha los chirridos versos de un mal poeta y le dice: «Eres el nuevo Virgilio de la lírica». Pues bien, si el ironista es emplazado por el alazón, puede retractarse y decir: «No quise ser irónico; en verdad, sostengo que tú eres un Virgilio por tu calidad poética». Si bien es cierta la posibilidad de ironías retráctiles, resulta muy difícil establecer la existencia discursiva de sarcasmos retráctiles. La fuerza sarcástica tiene tanta potencia enunciativa que resultaría casi imposible la regresión, lo que puede ocurrir naturalmente en las ironías de la vida cotidiana.

Dado que el efecto victimario es tan fuerte e intrínseco en el sarcasmo, la metarrepresentación es muy robusta y, por ello, se torna difícil su evitación mediante la retractación. Vale decir, el ironista se puede retractar y lograr un efecto perlocucionario en la medida en que el movimiento no es absurdo por la sutileza de la ironía. Pensamos que ese movimiento es prácticamente imposible en las construcciones sarcásticas. Sostenemos que la ironía y el sarcasmo difieren en esta condición: la presencia inocultable del alazón en el sarcasmo. Evidentemente, ambos mecanismos cognitivos comparten muchas propiedades en los aspectos de la factoría de la mente. Así, tanto en la ironía como en el sarcasmo hay una red de espacios mentales que se activan en el sistema conceptual y se genera un espacio emergente orientado a la ironía o al sarcasmo, según el expediente textual o discursivo. Veamos esto con dos casos que se pueden considerar prototípicos:

Tabla 1 Casos de ironía y sarcasmo 

IRONÍA (1) Una persona llega a una reunión y observa que sus compañeros ni se hablan. Dice: “¡Qué camaradería hay aquí!”.
SARCASMO (2) Alguien ha sufrido un grave accidente vehicular y le han amputado ambas piernas. Un individuo indolente le dice: “¡Ahora, podrás ganar la maratón”.

En el caso (1), el sentido irónico establece una correspondencia horizontal entre una reunión fría (el espacio mental de realidad) y una situación de camaradería (el espacio mental de expectativa). Luego, se proyecta verticalmente la ironía, y gracias a esta proyección, se fusionan los espacios mentales de entrada y se genera el efecto de atenuación. El ironista describe la situación real (la reunión fría) mediante una expectativa frustrada (la presencia de camaradería). Si bien el efecto irónico atenúa la frialdad real mediante la palabra «camaradería», la interpretación de la situación se orienta, en rigor, a lamentar la falta de camaradería, de acuerdo con la proyección antifrástica típica de las operaciones irónicas.

En el caso (2), el acerbo sarcasmo alude a una penosa situación (la amputación) y proyecta una actuación imposible mediante una hipérbole satírica (el triunfo en la maratón). Resulta evidente que el espacio del éxito en la referida competición es imposible y, en consecuencia, proyecta un efecto victimario en contra de la persona que ha sufrido la amputación. Es más, se infiere de manera ineludible que el enunciador sarcástico no busca atenuar, sino hacer una hipérbole de índole ignominiosa. Vale decir, el espacio de realidad de la persona (con una severa limitación física) se proyecta a un imposible (el triunfo en la maratón), y se genera un sarcasmo, una fuerte burla con un sentido de malevolencia.

2. Recanati, la pragmática y lo dicho

De acuerdo con el enfoque de Recanati (2003), lo dicho no se puede interpretar de manera que se reduzca a lo meramente literal. En rigor, lo literal tiene que enriquecerse y dos modos funcionales de lograrlo consisten en la acomodación y la saturación, tales como se conceptualizan en la teoría pragmática (Huang, 2015). Por ejemplo, alguien visita a una persona a las nueve de la mañana y el anfitrión le ofrece un café con un emparedado. El huésped responde: «No, gracias. Ya desayuné». Para evitar un fallo interpretativo, el anfitrión satura el enunciado literal y lo dicho se enriquece de la siguiente manera:

(3) Ya desayuné [hace una hora].

Este enriquecimiento pragmático resulta determinante para la interpretación. Vale decir, cuando se dice «ya desayuné» se debe descartar que se ha desayunado el día anterior o la semana anterior o el mes anterior, situaciones posibles, pero no pertinentes. Debido a esta consideración, una semántica veritativo-funcional falla clamorosamente en entender la lógica del lenguaje cotidiano. Como se puede establecer con relativa facilidad, en las conversaciones diarias nadie cae en un descarrilamiento interpretativo porque el hablante constantemente satura o acomoda lo dicho en virtud de la fuerza del contexto.

Como uno de los fértiles modos de la conversación cooperativa, la acomodación implica ajustar lo dicho en virtud del contexto pertinente (Kissine & Pantazi, 2017). Por ejemplo, en un partido de fútbol, la pelota llega al área y el arquero grita: «¡Mía!». Los defensas del mismo equipo acomodan ese grito en el sentido de que el arquero se hace responsable de la jugada y garantiza que podrá asir la pelota, evitando cualquier peligro de gol. Resulta evidente que el grito aludido podría tener otra interpretación si la acomodación implicara un movimiento diferente en una situación comunicativa de otra índole o circunstancia.

Para llegar a la felicidad interpretativa, se necesita también la saturación de lo dicho (Bach, 2001). En la lógica de la comunicación cotidiana, la saturación implica un acto de compleción por medio del cual el mensaje se entiende de manera significativa y pertinente. Verbigracia, si alguien habla de la suciedad de la corrupción política, hay que saturar ese mensaje en términos metafóricos: no se trata de falta de higiene en el sentido literal, sino en un sentido moral.

Gracias a la acomodación y a la saturación, la comunicación humana fluye y conduce a la interpretación correcta en la vida cotidiana. Por ejemplo, la respuesta «Soy peruano» necesita un marco pragmático para que tenga pleno sentido. Si alguien me preguntara «¿Te gusta el cebiche?» y yo respondiera «Soy peruano», tal respuesta tiene que acomodarse en el sentido de una respuesta contextual: «Sí, me gusta el cebiche».

En consecuencia, lo dicho no se puede reducir a lo que aparece en la superficie sin más. Hay que ampliar la categoría de lo dicho con el fin de captar la manera como se plasma una comunicación efectiva. Vale decir, lo dicho se enriquece pragmáticamente en la medida en que se deben considerar los constituyentes inarticulados (Recanati, 2002) para que no se descarrile la interpretación. Por ejemplo, si una persona considera una propuesta y dice «No estoy de acuerdo», se debe postular necesariamente que hay un constituyente inarticulado: «No estoy de acuerdo [con la propuesta]». Se puede sostener plausiblemente que lo dicho incorpora constituyentes inarticulados, vale decir, un modo de enriquecer pragmáticamente lo dicho y que evita el descarrilamiento en la interpretación. Si un hablante no pudiera recurrir a la acomodación ni a la saturación, tendría serias fisuras al momento de entablar una comunicación eficaz.

Se infiere de la discusión anterior que el modelo convencional de construcción del sentido (id est, el modelo que recurre a marcadores anclados en una pura semántica lingüística) es prima facie implausible. Con un sentido literal escueto, sería muy probable descarrilar en la interpretación. Si tuviéramos en cuenta solo un contenido minimista de lo dicho, no tendría sentido entender que «Soy peruano» es una respuesta pertinente a la pregunta «¿Te gusta el cebiche?». Sin embargo, se colige fácilmente que aquella afirmación es una buena respuesta para la pregunta. Por ello, sostenemos que, sin el enriquecimiento de la acomodación y la saturación pragmáticas, la comunicación humana se tornaría onerosa en extremo y se perdería mucha eficacia en el proceso de interacción simbólica humana.

Este aporte de Recanati (2002) es determinante para una pragmática cognitiva de la ironía o el sarcasmo. Es más, sostenemos que, en ciertos casos, la saturación y la acomodación son cruciales para determinar el contraste entre el efecto de sentido irónico o sarcástico. Por ejemplo, una señorita podría ir a una fiesta con un maquillaje excesivo y contraproducente, y alguien podría comentar lo siguiente: «¡Guau, te ves como Penélope Cruz!». Para determinar si hay ironía o sarcasmo, tenemos que establecer las operaciones de saturación y acomodación.

3. La topografía cognitiva

El modelo convencional de la semántica veritativo-funcional presupone que los significados se establecen con un formato proposicional en una sintaxis de índole formal (Cann, 1993). Se puede entender así la ambigüedad de un enunciado como «El león es un animal salvaje» en la medida en que se puede describir como un enunciado universal o un enunciado particular. Sin embargo, este modelo convencional es incapaz de captar la dinámica de las representaciones subyacentes a los diversos discursos anclados en situaciones comunicativas cotidianas. Todo esquematismo formal es muy pálido si se compara con la riqueza de las representaciones que se elaboran en la factoría de la mente humana.

Por ello, resulta promisoria una aproximación diferente al modelo semántico convencional. Se trata de un modelo que, con Coulson (2005), vamos a denominar modelo de estructuración espacial o topografía cognitiva. En este modelo, la comprensión lingüística es un proceso definido como un efecto de la punta del iceberg. En las secuencias discursivas, los hablantes integran las construcciones gramaticales abstractas con profundos marcos cognitivos que son evocados por los ítems léxicos, sin dejar de mencionar la representación del contexto social en interacción. Así, para entender una frase que incorpora la palabra «manzana» no solo hay que recurrir al aparato formal de la lengua, sino que se debe establecer el modelo conceptual pertinente: la historia bíblica, la biografía newtoniana, el plano de una ciudad, el símbolo de Apple, etc. Por ello, la leyenda de Isaac Newton y la manzana se puede perfilar en la estructura histórica del descubrimiento de la ley de la gravitación universal, lo que va más allá del mero aparato formal de la semántica de una lengua.

En las conversaciones normales o en los discursos habituales, los enunciados se construyen con metas y planes muy interactivos, y se inscriben en contextos dinámicos de gran significación para la factoría de la mente. De acuerdo con el modelo que propugnamos, la secuencia de enunciados obedece a una rica topografía que se establece en los estratos más profundos de la cognición. Las palabras y las frases realmente emitidas se entienden como meras señales o indicadores de un nivel conceptual subyacente que opera en los meandros de la cognición humana (Evans & Green, 2018). Así, resulta muy sólido un modelo cognitivo para entender, por ejemplo, un discurso por el cual se metaforiza la pandemia de la COVID-19 en términos bélicos con estrategias, avances, retrocesos, batallas perdidas, héroes, etc. (Lovón et al., 2021).

Una manera de estudiar la topografía implica establecer estratos en la representación. Así, cuando alguien remeda a una persona con una intención de ludibrio, hay que estudiar pertinentemente la estructura silábica, la estructura prosódica, el ritmo de la entonación y la dinámica de las intenciones del plano psicológico. Vale decir, no podemos quedarnos en la dimensión fonológica porque el remedo cumple una función paródica evidente que entraña una intención irrisoria, es decir, se necesita un plano semántico y una dimensión pragmática como niveles pertinentes de representación. No es lo mismo que una madre imite con cariño el habla de su hijito si se contrasta con el remedo de un cómico que persigue un efecto de befa o escarnio. No hay base para sostener que el hijito sea un alazón, pero sí se puede sostener plausiblemente que la persona aludida por el cómico tiene todos los visos de una víctima de la operación sarcástica.

Como veremos, en la medida en que el sarcasmo se aplica a un alazón, desarrollándose un sentido victimario, la estructura discursiva se explica en virtud de una metarrepresentación. Ello nos conduce de manera fuerte a postular capas o estratos en la dimensión cognitiva. De ese modo, el sarcasmo no se puede reducir a la mera fenomenología prosódica (Cheang & Pell, 2008), ya sea en el plano de la oración o ya sea en el plano de la proposición.

4. El modelo tetraespacial: el blending

En el momento en que ocurre una dinámica de pensamiento o una secuencia discursiva, la cognición humana opera con espacios mentales. El espacio mental implica una partición de filigrana en la memoria de trabajo que contiene un modelo simple, pero dinámico, de cómo pensamos, hablamos, discurrimos. Se puede aplicar a un enunciado simple como «Carlos es hijo de Pedro» donde hay dos espacios mentales (Carlos y Pedro) vinculados por una relación de filiación o a todo un discurso como el clásico «I have a dream» de Martin Luther King. Ahora bien, es cierto que la dinámica de espacios mentales en el caso de un discurso se presenta como algo más intrincado en virtud de la configuración reticular que se desarrolla en la cognición.

En la dinámica de espacios mentales hay correspondencias horizontales (mappings). Gracias a estas correspondencias, se plasma una serie de vinculaciones semánticas y pragmáticas. Por ejemplo, si alguien miente, se establece una correspondencia entre un espacio de realidad y un espacio de simulación. Incluso, alguien podría insertar un sueño dentro de un sueño (verbigracia, alguien sueña que es un rey y en ese sueño ensueña que domina el universo), generándose correspondencias entre un espacio de ensueño1 y un espacio de ensueño2. Las correspondencias deben entenderse como funciones semánticas y pragmáticas que entablan un nexo entre dominios semánticos, lo que permite entender un enunciado, un discurso, un diálogo, un relato, etc. Al decirle a un mal poeta que es el nuevo Virgilio de nuestras letras, se establece una correspondencia entre un espacio de realidad con un espacio de expectativa, y de ese modo se efectúa una sutil ironía contra el poeta que enhebra malos versos. La ironía construye una crítica atenuada: no se le dice de manera expresa «mal poeta» a un poeta mediocre, pero de manera sutil se formula una aguda crítica.

El modelo tetraespacial es idóneo para entender la dinámica de los espacios mentales y para establecer la proyección hacia un espacio de fusión: el blend. Conforme se observa la estructuración discursiva, en el nivel profundo de la conceptualización hay una serie de instancias y procesos que se emplean para entender la emergencia de sentido. Si queremos comprender un trayecto irónico o metafórico o metonímico o sarcástico, no podemos quedarnos en los espacios de input o entrada, dado que la emergencia se sustenta en una proyección.

Para entender la elaboración dinámica del sentido, debemos postular la activación de espacios mentales, los mismos que se entienden (Fauconnier, 1986) como conjuntos estructurados de elementos que satisfacen ciertas relaciones con otros conjuntos en la medida en que avanza el pensamiento o el discurso. Ello quiere decir que los espacios mentales se construyen en el discurso y guardan cierto paralelismo con las estructuras lingüísticas emitidas en la conversación o en un acto de habla. En efecto, el espacio mental compacta la información y permite el flujo del pensamiento o del discurso.

Un desarrollo esencial para arribar al promisorio esquema de la topografía cognitiva se encuentra en una representación de Fauconnier & Turner (1998) que modela la operación de la integración conceptual en términos de una dinámica de espacios mentales. Este avance es tan fuerte que, incluso, podría dar luces para resolver el misterio del origen del lenguaje (Casas, 2021). Así, desde un espacio mental genérico hay una proyección vertical descendente hacia dos espacios mentales de input. Entre los espacios mentales de input se establecen ciertas correspondencias de tipo horizontal en la medida en que ambos espacios mantienen una cierta equipolencia semántica. Finalmente, a partir del nivel de los espacios mentales de input se da una proyección vertical descendente hacia el espacio mental de fusión o integración (el blend). Esta proyección hacia el blend selecciona ciertas correspondencias vitales con el fin de hacer emerger el sentido del discurso o del pensamiento. En virtud de esta proyección selectiva, podemos arribar a la interpretación metafórica, metonímica, irónica o sarcástica, de acuerdo con los juegos semánticos activados en el acto de la comunicación (Gibbs, 1994).

Así, pues, la teoría de la fusión conceptual (blending) implica entender la dinámica discursiva mediante un espacio genérico, dos espacios input y un espacio de fusión (el blend). El espacio genérico permite que la acomodación y la saturación establezcan la ruta pertinente para llegar a una buena interpretación. Si la construcción tiene que ver con dos personas concretas, en el espacio genérico se presenta una relación abstracta entre dos individuos. Entre los espacios de input se instituyen las correspondencias que posibilitan la interrelación semántica. Así, si decimos que «Popper es el atila de la inducción», en un espacio está la figura de Atila y en el otro espacio está la figura de Popper, y la correspondencia es de índole metafórica. En el espacio de fusión (el blend) emerge el sentido que dinamiza el pensamiento o el discurso: la proyección de Popper como un crítico letal y lapidario de la lógica inductiva. En la cognición sarcástica, el efecto victimario (el ataque al alazón) se genera en el blend. Vale decir, a partir de las correspondencias horizontales, la factoría de la mente efectúa proyecciones verticales hacia el espacio de fusión donde se motoriza la pulsión sarcástica. Resulta evidente que la topografía del sarcasmo no se puede reducir a las correspondencias horizontales, por lo cual tenemos capas o estratos que operan en la cognición subyacente y, luego, se verbalizan en los discursos efectivos.

5. Sarcasmo y cognición

Con el fin de instaurar la investigación dentro de las líneas maestras de la pragmática cognitiva, se debe establecer un análisis que vaya más allá de la mera fenomenología verbal. Por ello, el modelo debe propender a la profundidad propia del nivel de la conceptualización sin soslayar las anclas del contexto y de la experiencia. Dentro de este marco teórico-conceptual, se establece una diferencia entre la ironía y el sarcasmo. Si la ironía se puede desarrollar de modo autorreferencial, la figura del alazón no recibe una carga potencialmente destructiva. Cuando el ironista y el alazón confluyen en la misma persona, dejando de lado casos patológicos o anómalos, el efecto victimario no puede ser tan fuerte.

Un ironista puede hablar de sí mismo con la operación conocida como la falsa modestia al estilo del pensador Sócrates (Kierkegaard, 2000). En un pasaje de La República, luego de un diálogo estimulante con Polemarco sobre el concepto de justicia, Trasímaco irrumpe de modo violento y fustiga: «¿A qué viene, Sócrates, toda esta inacabable charlatanería? ¿Qué objeto tienen todas esas tontas condescendencias?». Sócrates siente temor porque Trasímaco se contraía como fiera y daba la impresión de que quería despedazarlo, y con fina ironía le dice que lo compadezca, dado que Trasímaco tiene mejor entendimiento (La República, Libro primero, X). Sócrates es la víctima de su discurso, pero se infiere que no se trata de un ataque mortífero.

Esto significa que el sarcasmo sí se asocia con una fuerza simbólicamente letal. En una ocasión, una jovencita fue a una fiesta, pero se encontraba en una suerte de abulia, por lo que no deseaba bailar con nadie. Muchos jóvenes querían bailar con la agraciada joven, pero ella rechazaba la invitación, hasta que un joven exclamó: «¡Caramba! ¡Eres la reina de la fiesta!». Aunque se podría decir que la exclamación se puede entender como un modo de la ironía, la señorita me dijo que ella la interpretó como un sarcasmo. ¿Por qué? Porque ella sintió la intrusión verbal del joven como un ataque muy fuerte. Vale decir, en la factoría de su mente se erigió una representación mordaz que enfatizaba el rol del alazón como una víctima, gracias a un singular movimiento de acomodación.

En efecto, la cantante Alanis Morissette en su exitosa creación «Ironic» ( Jagged Little Pill) nos brinda el siguiente mensaje irónico: «It’s a free ride when you’ve already paid». Obviamente, hay una ironía en que te digan que has ganado un servicio gratuito cuando ya lo has pagado; sin embargo, no hay un efecto terrible, no emerge el sentido victimario propio del sarcasmo.

La palabra ‘sarcasmo’ proviene del latín sarcasmus y el vocablo latino procede del griego sarkasmós. Según la erudita etimología, la palabra se asocia con una figura muy elocuente, a saber, el perro que desgarra la carne con violentas mordidas. Aunque la ruta léxica nos plantea una raíz diferente, existe una cierta dificultad conceptual en distinguir entre ironía y sarcasmo, y se ha llegado a sostener que el sarcasmo es un tipo de ironía, vale decir, una ironía sin sutileza, dando a entender que la sutileza o la finura no es una condición definitoria de la ironía. De tal manera que Moliner (1966) define ‘sarcasmo’ como «burla o ironía con que se insulta, desprecia, humilla o ridiculiza cruelmente a alguien». Así, el sarcasmo sería una ironía amarga, es decir, el sarcasmo pertenecería al campo nocional de lo irónico, de acuerdo con esta dilucidación lexicográfica. En este trabajo, nos orientamos por otro crucero intelectual: en la cognición irónica hay movimientos que son incompatibles con el efecto de sentido sarcástico. El reconocimiento de la ironía (Casas, 2019) puede seguir una ruta zigzagueante y dar paso a ironías hieráticas o retráctiles, lo que no se puede visualizar en el sarcasmo. Si bien es cierto que la ironía puede prescindir de efectos fonológicos, en el sarcasmo hay evidentes marcas prosódicas que ayudan a configurar el tosco escarnio, el punzante ludibrio, la intolerable befa. En síntesis, en el plano de la cognición debe de haber mecanismos diferentes para explicar las distintas fenomenologías de la ironía y del sarcasmo. Consideramos que la diferencia, a nivel de la topografía conceptual, tiene que ver con la presencia del alazón en el sarcasmo, lo que no es constitutivo de la ironía. Se puede sostener que sin alazón, no hay sarcasmo, y que la ironía se puede desplegar sin necesidad de un efecto victimario.

6. Un ensayo irónico

El 25 de julio de 1999, en la sección «Piedra de Toque» del diario El País, apareció un formidable ensayo firmado por Mario Vargas Llosa: «Los pies de Fataumata». El contexto tiene que ver con una señora de Gambia, Fataumata Touray, quien se encontraba postrada en el Hospital Josep Trueta porque saltó de una ventana del segundo piso en la madrugada del 19 de julio. Presentaba múltiples fracturas y quemaduras porque una cáfila de jóvenes xenófobos había perpetrado un voraz incendio en el edificio donde vivía la humilde mujer de Gambia.

Por más que se generó una reacción mediática contra la insania racista de tales jóvenes, el alcalde de Banyoles, Pere Bosch, erigió una disculpa, sosteniendo que había sido un acto reprobable, pero que solo fue una muestra de un deseo de hacer una simple gamberrada o travesura.

En virtud de un eco irónico de este comentario del alcalde de Banyoles, Vargas Llosa delinea en su ensayo lo siguiente (Vargas Llosa, 1999):

Ah, menos mal. Los jóvenes que quisieron convertir en brasas a Fataumata Touray, no son racistas ni xenófobos. Son gamberros. Es decir, muchachos díscolos, traviesos, malcriados. Se aburrían en las noches apacibles de la capital del Pla de l’Estany y quisieron divertirse un poco, intentar algo novedoso y excitante. ¿No es típico de la juventud transgredir la regla, insubordinarse contra las prohibiciones? Se excedieron, desde luego, nadie va a justificar lo que hicieron. Pero tampoco hay que magnificar un episodio en el que ni siquiera hubo muertos. Esta explicación -inspirada en el noble patriotismo, sin dudatiene un talón de Aquiles. ¿Por qué estos jóvenes enfermos de tedio, nada racistas, no quemaron la casa del alcalde, el señor Pere Bosch? […] ¿Por qué eligieron el cuchitril de Fataumata? Sé muy bien la respuesta: por pura casualidad. O, tal vez, porque las casas de los inmigrantes no son de piedra sino de materiales innobles y arden y chisporrotean muchísimo mejor.

El movimiento irónico de Vargas Llosa se puede entender esplendentemente con el formato del modelo tetraespacial. Se puede explicitar que, cuando Vargas Llosa llama ‘gamberros’ a los jóvenes catalanes, lleva a cabo una operación irónica porque, en realidad, los califica de protervos racistas en la cognición subyacente. En el blend, la ironía emerge con cierta contundencia, aunque se puede establecer cierta sutileza en la representación mental, como se detalla en la Figura 1:

Figura 1 Un ensayo irónico 

En el espacio genérico, se sitúan de manera abstracta dos elementos: actos determinados y determinada evaluación. Vale decir, antes de erigir una mirada a la acción de los jóvenes catalanes y su enjuiciamiento, en la factoría de la mente tiene que desarrollarse un modo genérico para que fluya la proyección semántica. Estos elementos del espacio genérico, luego, se concretan en los individuos anclados en los espacios mentales de input.

Luego, se entablan las correspondencias entre los espacios de entrada. En el espacio real, están los jóvenes catalanes y su ataque insano contra la vivienda de Fataumata Touray. Pero esta representación es subyacente porque el espacio discursivo nos habla de los jóvenes catalanes y su acto travieso, vale decir, una gamberrada. La correspondencia entre «gamberrada» y «ataque insano» se efectúa mediante la antífrasis: accedemos al sentido profundo signado por la insania a través del concepto discursivo de una gamberrada. Hay, pues, una correspondencia entre la acción real (ataque demencial) y la acción figurada (la gamberrada).

Ahora bien, gracias a la correspondencia horizontal entre los inputs, se proyecta en el espacio de fusión (el blend) el emergente sentido de la ironía. Dado que la correspondencia es antifrástica, se establece, en el espacio de fusión, un blend irónico signado por la atenuación. Basándose en un mecanismo ecoico, el movimiento irónico de Vargas Llosa estriba en aceptar aparentemente la justificación del alcalde de Banyoles. Ese movimiento se interpreta como una implicatura conversacional, puesto que Vargas Llosa considera que la justificación es incoherente e ilógica (tiene un talón de Aquiles). Por ende, el sentido emergente nos conduce a una censura, a una diatriba contra tales jóvenes catalanes anegados en las ciénagas de la xenofobia. Si bien se construye un ataque a un alazón, no se trata de un ataque acerbo porque no se recurre a la hipérbole ni se emplean frases contundentes.

7. Un sarcasmo inveterado

En el gran libro de Hayakawa (1940), se alude al capítulo 1 del Evangelio de San Juan donde se refiere que, en la mentalidad judía de la época, el adjetivo gentilicio «nazareno» adquiría un efecto peyorativo. Esta es la base para la dilucidación de un agrio sarcasmo dirigido en contra de Jesús (Hayakawa, 1967, pp. 118-119):

De aquí se deduce que el gentilicio «Nazareno» tenía entre el pueblo una connotación derogatoria. Cuando sobre la cruz de Jesús se colocó la inscripción INRI, siglas de la expresión en latín de «Jesús Nazareno Rey de los Judíos», se unieron, por tanto, dos que llamaremos «fuerzas» antagónicas y, al parecer, paradójicas: un elogio glorioso y un título ignominioso, que produjeron una tercera fuerza (…)

Vale decir, los romanos construyen su sarcasmo mediante la antífrasis entre una expresión ignominiosa (Jesús Nazareno) y un título mayestático (Rey de los Judíos). La fuerza de la ignominia era tal que teñía de sentido peyorativo a las siglas enteras. Así, INRI terminaba siendo un agrio sarcasmo dirigido contra una persona que se hallaba en una penosa condición. El espacio genérico incluye a un individuo y su título. El espacio de input 1 presenta la ignominia «Jesús Nazareno» y el espacio de input 2 presenta un título mayestático «Rey de los Judíos». El blend es proyectado por ambos espacios de input y se da la emergencia del cruel sarcasmo en contra de Jesús. El efecto victimario del sarcasmo apunta a Jesús, como un alazón. Se puede sostener que la correspondencia entre ambos espacios de input une dos sentidos opuestos, pero solamente es en el espacio de fusión donde se plasma el efecto sarcástico. El contexto experiencial (la doliente pasión de Jesús en la cruz) es el cimiento para establecer la interpretación sarcástica, inscrita en el plano de la malevolencia.

Sin embargo, la topografía del sarcasmo es dinámica y puede sufrir un efecto por el cual el sentido emergente cambie con el tiempo. En efecto, es lo que ha pasado con las siglas sarcásticas INRI, dado que han experimentado un cambio meliorativo y, en la actualidad, han devenido un símbolo encomiástico de todo un movimiento trascendental en la historia de Occidente. La fuerza resultante de INRI en época de Jesús era un sarcasmo acerbo, pero conforme el cristianismo va elevando su valor histórico, las siglas experimentan un cambio en su sentido emergente y se da inicio a una resemantización meliorativa: hoy INRI es un símbolo glorioso. En la Figura 2, podemos visualizar este fenómeno de cambio semántico:

Figura 2 Un sarcasmo inveterado 

Aunque Hayakawa (1967) analiza el caso anterior en el marco de la ironía, consideramos que, en rigor, se inscribe en la red conceptual del sarcasmo. En efecto, la acción de los paganos romanos estribaba en una agresividad mordaz y se configuraba un ataque contra un alazón. Así, en el espacio genérico hay un individuo y una valoración; en los espacios de input hay un agudo contraste entre una connotación ignominiosa y una connotación laudatoria; y en el blend emerge el sarcasmo: la befa cruel dirigida contra un ser en una condición lastimera (la crucifixión). Hasta aquí el formidable análisis de Hayakawa (1967). Resulta interesante visualizar, sin embargo, que el trayecto semántico implica una dinámica cautivante en la medida en que un prototipo puede dejar de serlo y dar paso a la emergencia de otro prototipo (Geeraerts, 1997). Así, el prototipo peyorativo de INRI devino en un prototipo mayestático, un poderoso símbolo de un sistema religioso, debido a que el mecanismo de desprototipización torna posible este ciclo trepidante. El paso del sarcasmo a la veneración constituye una de las posibilidades más impactantes de los zigzags del sentido en el desarrollo semiótico de la humanidad.

8. Conclusión

Con el fin de establecer una diferencia conceptual entre el sarcasmo y la ironía, hemos recurrido a un modelo que se denomina topografía cognitiva. En ambas operaciones de la mente, se despliega una dinámica de espacios mentales: un espacio genérico, dos espacios de input y un espacio de fusión (el blend). El juego de espacios mentales nos conduce a un espacio denominado blend y en este blend se visualiza la diferencia entre ironía y sarcasmo: el blend irónico desarrolla una atenuación y el blend sarcástico desarrolla un efecto hiperbólico. Aunque se puede argumentar en el sentido de que en el sarcasmo hay claves prosódicas muy conspicuas, nuestro crucero interpretativo apunta a la presencia constitutiva de un alazón en el sarcasmo. En la ironía puede no haber las pistas prosódicas y es posible la ausencia de un efecto victimario. Consideramos que el efecto victimario del sarcasmo es necesario para la construcción del sentido emergente.

Para que se vea con claridad este punto de nuestra disertación, hemos procedido a analizar un discurso irónico y un desarrollo sarcástico. El busilis tiene que ver con el efecto victimario. En la ironía del ensayo de Vargas Llosa, hay un alazón, pero el efecto crítico resulta atenuado. En cambio, en el sarcasmo dirigido contra Jesús por los romanos se nota un efecto victimario muy fuerte, lo que se puede probar con el recurso histórico del tratamiento sumamente irreverente dirigido contra Jesús.

Finalmente, hemos anotado el curso zigzagueante de la semántica cognitiva al visualizar el cambio meliorativo experimentado por INRI: ha pasado de siglas sarcásticas en contra de Cristo a un mayestático símbolo de la positiva evolución del cristianismo como una religión trascendente en la historia de la humanidad.

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Nota:

11 Este artículo se inserta en la tesis de doctorado Hacia una topografía del sarcasmo que se defenderá en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM).

Agradecimientos: Agradezco a los revisores anónimos y al editor de la revista Lengua y Sociedad por los comentarios que han permitido mejorar el trabajo.

Financiamiento: Este trabajo ha sido financiado con los recursos propios del autor.

Recibido: 28 de Enero de 2022; Aprobado: 26 de Mayo de 2022; : 05 de Diciembre de 2022

Correspondencia: jcasasn@unmsm.edu.pe

Contribución del autor: Declaro que el artículo corresponde a mi plena autoría.

Conflicto de intereses: No hay ningún conflicto de interés.

Raymundo Casas Navarro es profesor asociado del Departamento Académico de Lingüística de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Miembro del Grupo de Investigación Lectura y Cognición y miembro fundador de la Asociación Peruana de Historia de la Ciencia. Enseña regularmente los cursos de Pragmática lingüística, Teorías lingüísticas, Lingüística del texto y Filosofía del lenguaje. Ha escrito diversos artículos en revistas especializadas y libros como Redacción general (2009) e Ironía y cognición (2019). Es candidato a doctor en Lingüística y, actualmente, conduce la investigación La estructura dinámica del cambio semántico.

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