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Boletín de la Academia Peruana de la Lengua

versión impresa ISSN 0567-6002versión On-line ISSN 2708-2644

Bol. Acad. peru. leng.  no.72 Lima jul./dic. 2022  Epub 16-Dic-2022

http://dx.doi.org/10.46744/bapl.202202.017 

Notas

La prosa de ficción de Antonio Lobo Antunes

1Academia Peruana de la Lengua, Lima, Perú. marcomartos9@hotmail.com

Hoy día, la figura del novelista portugués Antonio Lobo Antunes llama la atención en todos los rincones del mundo. En estas líneas procuramos explicar algunas de las razones de este profundo interés de los lectores.

La modernidad, la que vivimos ahora, está llena de paradojas. Un extraordinario poeta, Stephan George, ha destacado que no puede haber nada donde falle la palabra. La importancia del elemento lingüístico tiene lugar a fines del siglo xix. A partir de ahí, la filosofía analítica, el psicoanálisis, los experimentos verbales de las vanguardias literarias y artísticas, la metafísica, las ideologías tienen una influencia real en la vida de los ciudadanos. Paralelamente se van creando o profundizando lenguajes particulares, cada vez más sofisticados, que no admiten traslación al lenguaje natural como ocurre con las matemáticas y la física, que tienen lugares de gran importancia en la actividad universitaria y que, en su esencia, significan la suma de todos los saberes. Los profesores no somos otra cosa que mediadores de esa suma de conocimientos para los jóvenes ávidos de aprender lo ya sabido y avanzar por sí mismos en el camino que se van forjando. Al lado de lo dicho, asistimos a un empobrecimiento verbal y científico en todo el mundo en grandes sectores de la población y un dolor que se extiende por todos los países del planeta debido a las múltiples guerras y la pérdida de la libertad de los ciudadanos. La esencia del ser humano está en la libertad. Lo ha dicho Jean Paul Sartre, cuando nos recuerda el delgado espacio en que tenemos que buscarla. No podemos elegir el tiempo que vivimos, el país en el que nacemos, ni la familia ni la lengua que hablamos en nuestros primeros años, no podemos escoger nuestro grupo social y actuamos siempre en un mundo que es o parece de los otros. Hay veces que esos otros nos parecen el infierno. La libertad, nos dice, es el bien más preciado y el más escaso en nuestros tiempos.

Sabemos, desde Aristóteles, y lo ha reforzado en el siglo xx Hanna Arendt, que existen tres esferas en la que actúa el ser humano: aquella de la familia y la intimidad, la esfera del trabajo y la esfera pública, cuya más alta expresión es la política. Lo que ocurre actualmente en la mayor parte del mundo es que el homo faber se ha transformado en un animal laborandis, el hombre que trabaja y no participa del gobierno ni directa ni indirectamente, por decisión y conveniencia de los grupos más poderosos del mundo. Una expresión de ese poderío son las guerras, la decisión de unos cuantos de enfrentar a un pueblo con otro, de invadir a un pueblo para someterlo y explotarlo, como ocurre con las guerras de conquista. No es un azar que la mayor parte de las novelas de Antonio Lobo Antunes tenga como telón de fondo el conflicto colonial.

Antonio Lobo Antunes nació en Bénfica en 1942 en el seno de una familia pudiente. Su padre, Joao Alfredo Lobo Antunes, fue un destacado neurólogo. Que el novelista sea psiquiatra parece haber estado preparado por una atmósfera familiar. Sus estudios de medicina los hizo en la Universidad de Lisboa. Se convirtió más tarde en médico militar durante la guerra colonial entre 1971 y 1973, y estuvo durante ese tiempo en Angola. Esa estancia en África le sirvió como fuente inagotable en muchas de sus novelas. La correspondencia que tuvo con sus familiares en esos años sirvió luego a sus hijas María José y Joana para editar el libro Cartas de la guerra, que dio lugar a la película homónima de Ivo Ferreira. Después de cumplir su servicio militar, Lobo Antunes se especializó en psiquiatría y ejerció la profesión en el hospital Miguel Bombarda. Su primer libro, publicado en 1979, se llama Memoria de elefante y tuvo un éxito sorprendente. A partir de ahí, con más de 30 libros publicados, nuestro autor se convirtió en el novelista más popular de Portugal, solo igualado por José Saramago.

En literatura se dice que hay cuatro espacios para cantar: las cavernas, la tierra, el aire, el paraíso. La mayor parte de escritores canta a la tierra. Hay unos cuantos que cantan al aire, como Vicente Huidobro o San Juan de la Cruz. Los espacios más difíciles son las cavernas y el paraíso. ¿Qué son las cavernas? En un primer plano se trata del Hades griego o del infierno de la Biblia. Se han ocupado de las cavernas del ser humano Dante, Homero, Virgilio, Vallejo, y, en el campo de la psiquiatría, Freud, con su noción del inconsciente; también Jung, cuando nos habla de la Sombra, depositaria de lo que llevamos y negamos, nuestros deseos de destrucción del otro, nuestras envidias, nuestros odios. En este terreno, quien más profundamente ha penetrado en el alma humana es Dostoiesvki, con sus monumentales novelas Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov. De esta laya de escritores es Lobo Antunes, de aquellos que se atreven a decir lo que no suele decirse y más bien ocultarse tanto en la vida diaria como en la propia literatura. Ya en esa primera novela suya, se revela como un escritor de garra, donde muestra a un psiquiatra que, de depositario de las confidencias de pacientes, se transforma él mismo en un difusor de sus intimidades, las más terribles, las más inconfesables, por lo menos en apariencia. El poeta es un fingidor, había dicho Fernando Pessoa; aun cuando dice la verdad, parece que está fingiendo. El estatuto de la literatura asocia esta novela a la ficción, incluso cuando más pegada se halle a lo que se llama la realidad real, para contrastarla con la realidad sin fronteras que incluye los deseos, los sueños, las cavernas precisamente. Puede decirse que Lobo Antunes, ya en esta primera novela, pero mucho más en las que continúan su obra, se inclina sobre la realidad. La muestra en sus textos, transformándola, cambiándola y a la vez trascendiéndola, dándole a sus lectores una sensación de intensidad. El novelista ha sabido descender al más profundo lugar de la caverna humana. En tiempos contemporáneos, solo Albert Camus, con El extranjero de 1942, ha hecho algo semejante. El éxito en lectoría de Memoria de elefante permitió a los críticos opinar que a Portugal le había nacido un escritor de fuste. El tiempo se ha encargado de corroborar ese vaticinio. Esa primera novela está basada -nadie lo duda- en su propia experiencia como psiquiatra en un hospital de Lisboa: el galeno que cambia de lugar con el paciente, pero a diferencia de este, no hace sus confidencias a un psicólogo o médico o sacerdote, sino que, por medio de la literatura, lanza sus sentires urbi et orbi, para que todos las puedan leer. Es la novela de un personaje que ocupa el centro del universo. En novelas posteriores, aunque los textos parecen destacar individualidades, hay un telón de fondo que es la guerra colonial, lo injusto que es para los que la sufren y los que la causan.

Hemos traducido, en español americano, el título de una de las novelas más conocidas de Antonio Lobo Antunes. En el extremo del mundo es una ficción que expresa sin tapujos la violencia de la guerra colonial de Portugal y las consecuencias en el plano psicológico para todos los actores. A lo largo de todas las páginas vamos escuchando la voz de un hombre dirigida a una mujer que permanece silenciosa. El hombre va contando sus propias experiencias en el conflicto, tan impactantes y tan interiorizadas que absorben y condicionan todas las facetas de la relación que ambos quieren establecer. Hay una realidad concreta, la guerra de Angola, y otra en las sombras, el Portugal, y especialmente Lisboa, que aparecen idealizados. Como lectores podemos hacer esta pregunta: ¿cómo lugares tan hermosos pueden provocar una guerra tan espantosa? ¿O es que siempre la belleza de los pueblos europeos dependía de la exacción a las colonias? He aquí un pasaje revelador de la novela:

El tren lleno de maletas y del recelo tímido de los extranjeros en tierra desconocida, cuya lusitanidad se nos antojaba tan discutible como la honestidad de un ministro, rodó del muelle hacia las casuchas con un tambaleo hinchado de palomo. La miseria colorida de los barrios que rodeaban Luanda, los muslos lentos de las mujeres, las gordas barrigas de hambre de los niños inmóviles que nos miraban desde los taludes, arrastrando con una cuerda juguetes irrisorios, empezaron a despertar en mí un sentimiento extraño de absurdo, cuya incomodidad persistente venía sintiendo desde la partida de Lisboa, en la cabeza o en las tripas, bajo la forma física de una congoja difícil de localizar, congoja que uno de los curas presentes en el barco parecía compartir conmigo, afanándose en encontrar en el breviario justificaciones bíblicas para la matanza de inocentes. Nos encontrábamos a veces por la noche, en la amurada, él blandiendo el libro y yo con las manos en los bolsillos, para mirar las mismas olas negras y opacas en las que reflejos ocasionales (¿de qué luces?, ¿de qué estrellas?, ¿de qué gigantescas pupilas?) saltaban como peces, como si buscásemos, en aquella oscura extensión horizontal que araban las hélices del barco, una respuesta esclarecedora a inquietudes sin formular. Perdí a ese cura de vista (uno de mis sinos, además, consiste en perder rápidamente de vista a todos los curas y a todas las mujeres que encuentro) pero recuerdo con la nitidez de una pesadilla infantil su mueca de Noé perplejo, embarcado a la fuerza en una barca llena de animales con cólicos, arrancados de sus bosques natales, de sus oficinas, de sus mesas de billar y de sus clubes recreativos, para ser lanzados, en nombre de ideales vehementes e imbéciles, a dos años de angustias, de inseguridad y de muerte. (Lobo Antunes, 2001 p. 134)

Podemos subrayar que el tema general de la novela es la guerra de Angola; la perspectiva desde la cual se cuenta es la de un combatiente, un médico, que actúa, pues no puede ser de otro modo, desde las fuerzas de ocupación, en un largo monólogo que se extiende por todas las páginas del relato. El hombre habla y la mujer escucha. De un modo indirecto la ficción es también una denuncia del patriarcado: los hombres para la acción y las mujeres para el silencio y la casa. El logos es para los hombres; para las mujeres, la espera y la nada, acostumbradas como están a perder lo que aman. Los ideales vehementes, la actitud imperial de conquista, son vistos por el personaje y juzgados como imbéciles, y lo que le espera son dos años de angustias, de inseguridad y de muerte. Esta novela, en pleno siglo xx, transforma en un antihéroe a los antiguos héroes de las novelas francesas como Julián Sorel o Rastignac o Luciano de Rumpebré, cuyos motivos de lucha están desdibujados para él mismo. El conflicto de Angola en los años setenta del siglo xx tiene un cierto parecido con la guerra de Vietnam: inacabables enfrentamientos armados donde la potencia aparentemente muy poderosa va perdiendo el conflicto ante una férrea voluntad de los que parecen más débiles. Lobo Antunes escoge un punto de vista que bien conoce, pero que no es habitual en las novelas: el de un combatiente que sabe que la razón, si hay alguna, está en los invadidos y no en los invasores, de los que forma parte. Esta novela, central en los primeros tiempos de la actividad literaria de Lobo Antunes, de muchas maneras es fruto de la actividad íntima y social de un personaje que inevitablemente recuerda el propio novelista.

Hubieron de pasar algunos años, hasta 1988, para que Lobo Antunes nos brindase una novela radicalmente diferente. Se trata de Las naves, uno de sus relatos más célebres que inicialmente iba a llamarse El retorno de las carabelas. La mayor parte de lectores conoce bien la tradición occidental de los viajes y las guerras, como ocurre con los poemas homéricos que narran el final de la guerra de Troya y luego el regreso de los héroes aqueos, especialmente Odiseo, que demora mucho tiempo en ese retorno a Itaca y solo es reconocido al principio por su perro Argos. Los troyanos, para Homero, son aquellos que combaten bien, pero llevan el sino de la derrota. Solo siglos después de escritos y difundidos esos poemas homéricos, aparece Virgilio, quien reivindica la figura de los supuestos derrotados en la figura de Eneas, en sus peripecias por los mares que lo llevan primero a Cartago y luego al territorio que después sería romano. Por lo que vemos ahora mismo, la noción de triunfo en una guerra no es verdadera. En una guerra todos pierden, cualquiera que sea el ángulo desde el cual se la mire. Para entender mejor la novela de Lobo Antunes, hay que recordar la situación política de Portugal en esa década de los años setenta del siglo xx. Desaparecido el dictador Salazar y sustituido por Marcelo Caetano, el 25 de abril de 1974, ocurrió la revolución de los claveles, que puede explicarse por el cansancio del pueblo ante una situación que se prolongaba por décadas, pero también por la decidida participación de aquellos que habían formado parte del ejército colonial en África, quienes habían percibido la injusticia de su causa. Por conveniencia a sus propósitos de gobernar indefinidamente, Salazar se había preocupado por subrayar los grandes mitos de la historia: el Portugal que asocia su grandeza a los mares, las expediciones como la de Magallanes y aquellas otras de conquista de nuevos territorios, especialmente en África. Un novelista de mucha fortuna como José Saramago, fijándose en el pasado, procuró volver comprensible una realidad huidiza, con parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía. Lobo Antunes inventa la realidad del presente.

He aquí una imagen del desconcierto que vivió Portugal con el metafórico retorno de las carabelas cuando fue perdiendo su imperio colonial. En el siglo xv fueron las carabelas las que trazaron poco a poco los contornos del imperio, pero al regresar a Portugal, en el siglo xx, los portugueses se sentían perdidos en el tiempo sin saber exactamente quiénes eran y qué querían para sí mismos en el futuro inmediato. En esos años setenta hubo el fenómeno interesante de los retornados portugueses de Angola, Mozambique y de otros lugares. Eran muchos, llegaron a ser dos millones. Lo interesante es que muchos de ellos no habían nacido en la metrópoli. Eran hijos o nietos de migrantes portugueses, nacidos en África y que llegaban por primera vez en sus vidas a puertos portugueses, llevando en su imaginación historias portuguesas no vividas, sino contadas por otros. Estos son los relatos, los múltiples relatos entrecruzados que narra Lobo Antunes en las páginas de su admirable novela, ambientada en la época de la revolución de los claveles y la descolonización portuguesa. Es una Lisboa, o Lixboa, con equis, como se escribía en otros siglos, patibularia, colmada de prostíbulos, discotecas baratas y pensiones malolientes, en las que se pasean las grandes figuras de Portugal como Luis de Camoens, Vasco de Gama, el rey don Manuel, convertidos en migrantes, en retornados, obligados a buscarse la vida en un país que no los reconoce ni respeta. De esta manera Lobo Antunes anula la temporalidad. Expresa la historia de Portugal de un modo esperpéntico, que a los lectores en español nos recuerda las agudas novelas de Valle Inclán. Crea así un discurso alternativo a la visión oficial. Va más allá de la historia de los descubrimientos y, en cierto sentido, anuncia la aparición de un nuevo Portugal, como en efecto ha ocurrido a partir de esta novela-río, que es un exorcismo, una máquina que cose el tiempo, que se atreve a hacer lo impensado, como esas mujeres retornadas y alojadas en el Hotel Ritz que hacen vestidos con las hermosas cortinas de su alojamiento. Lobo Antunes, con su magnífico relato, derribó simbólicamente las estatuas. Acabamos este homenaje a Antonio Lobo Antunes, leyendo un poema canción que le está dedicado:

Canción En la reja de la trena empezamos a cantar, nosotros, la libertad, nunca el guardia medieval. Nos venimos de muy lejos, de la mente de Espartaco, de la convulsión social. Rosa de Luxemburgo dice que el hombre puede volar. Nos inspiran Bertolt Brecht, del Berlín paradojal, don Antonio Lobo Antunes de Bénfica, Portugal. En la reja de la trena empezamos a cantar.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Lobo Antunes, A. (2001). En el culo del mundo. Siruela. [ Links ]

Lobo Antunes, A. (2002). Las naves. Siruela. [ Links ]

Lobo Antunes, A. (2004). Buenas tardes a las cosas de aquí abajo. Mondadori. [ Links ]

Lobo Antunes, A.. (2005). Memoria de elefante. Random House. [ Links ]

Lobo Antunes, A. (2008). No entres tan de prisa en esa noche oscura. Siruela. [ Links ]

Recibido: 19 de Agosto de 2022; Aprobado: 20 de Junio de 2022

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